sábado, 19 de septiembre de 2009

Solos contra todos



Había una extraña sensación en el aire de la ciudad de La Plata. Una vibra extraña que nos movía los músculos haciéndonos temblar. El sueño se podía hacer realidad luego de 38 años. Estábamos a un paso de jugar la final de la Libertadores.
Luego de un comienzo irregular en
la Copa del 2009, que derivó en la renuncia del Negro Astrada, Alejandro Sabella tomó el mando del equipo y lo condujo de maneta brillante. A la solidez defensiva se le sumó una dosis goleadora implacable que nos llevó derecho a estar entre los mejores 4 de Copa.
En la semifinal se nos cruzó el Nacional uruguayo, el que nos sacó la última copa. Era un clásico internacional.
Los dos partidos se jugaron sin público visitante. Y en el primer duelo, en el Ciudad de
La Plata lleno de Pinchas, el conjunto de Sabella jugó un gran partido comandado por Su Majestad la Brujita. Un golazo de Galván selló el resultado final, un 1 – 0 que para muchos no nos iba a alcanzar para ir al Centenario de Montevideo. Porque éramos totalmente visitantes, y porque no podía jugar el Capitán América por lesión.
Pero Estudiantes no es sólo un jugador, es un equipo, “una camiseta con 11 números” como dice Pachorra. Y salieron a jugar de manera fantástica. Silenciando a todo el estadio Centenario que estaba repleto de hinchas del Bolso (y algún que otro intrépido Pincha) con un juego tranquilo, que hacia desesperar a todos los jugadores uruguayos. En el segundo tiempo, Nacional se venia con todo en busca del gol que le permita emparejar el partido, pero tenían más nervios que nosotros acá en
La Plata. Una pelota que la Gata roba cerca del área rival se convirtió en el primer gol Pincha, cuando Boselli se la pica ante la salida del arquero. Mudo el Centenario. Estallido en La Plata y Argentina.
Al poco tiempo empatan el partido, lo que significo el fin de la racha sin recibir goles por parte de Mariano Andujar, quien estableció el record en
la Copa de 800 minutos sin recibir goles. ¿Que tal?
Cuando el final se acercaba, y aunque los nervios seguían un poco, Salgueiro mete un centro bárbaro para el Libertador goleador, que se sacó de encima al arquero y definió para hacer explotar nuestros corazones. Estos corazones que desde lejos alentábamos y sufríamos como locos. Pasa que otra vez, si, otra vez, estábamos en una final de Copa Libertadores,
la Copa más hermosa de todas. Esa que todo hincha del fútbol quiere tener. Ahí estábamos, la teníamos a punto caramelo. Otra vez.


No hay comentarios: